¡Hola! Soy Cristina, a veces siento que mis huesos son de plomo y no soporto el peso de la vida. Recientemente estuve al borde del suicidio y constantemente me he preguntado por qué razón el universo conspiró para evitar que llevara a cabo el plan de matarme…
Años y años pensando en la muerte, temiéndole o añorándola según el momento; sintiendo que se acerca todos los días de alguna forma y de repente toca a mi puerta para decirme que llegó la hora de llevarse a un ser amado. “No” fue mi respuesta. No acepto esto, no quiero esto y no voy a vivir con esto porque simplemente no puedo. Una respuesta estúpida y pretenciosa porque la muerte es sorda. A ella no le importa si no te sientes listo para enfrentarla. No tiene compasión ni consideración con nadie. Y hay 2 enfoques para entender lo que esta nos recuerda. El primero es que no somos nada, prescindibles en un planeta que no nos necesita, diminutos, insignificantes, irrelevantes. El segundo es que la vida en sí misma es un regalo invaluable, un tesoro, una oportunidad, una bendición que debemos disfrutar y aprovechar al máximo por el tiempo que nos dure.
El problema es que mi visión depende de mi estado de ánimo, y mi estado de ánimo es tan variable como el clima de Bogotá. En mi ciudad, no sabes siquiera si debes vestirte con ropa de verano o de invierno porque cada día es completamente impredecible y cambia en cuestión de horas. Así soy yo. Cuando era adolescente no entendía por qué, solo pensaba que era una forma de ser de mierda. Pero cuando fui diagnosticada con trastorno bipolar afectivo (TAB) todo cobro cierto sentido lógico. Sin embargo, el poder racionalizar mis emociones no cambió nada. Y es que es obvio o ¿acaso una persona que tiene cáncer puede curarse solo porque lo sabe? Suena tan absurda esa idea, pero por alguna razón, cuando se trata de depresión, por ejemplo, las personas llegan a convencerte de que haciendo un esfuerzo puedes sentirte mejor. Y tú, llegas a creerlo.
Llevo alrededor de 10 años convenciéndome de que quizás no me esfuerzo lo suficiente y cuando llega un estado depresivo estas son las ideas que rondan mi cabeza: “¿Por qué no puedo ser feliz si tengo todo para serlo?” “Soy una malagradecida que no valora todo lo bueno que tiene” “Tal vez no estoy tomando suficiente medicina” “Quizás merezca que algo muy malo pase para tener una razón válida para sentirme así” “Hay personas que tienen problemas verdaderamente graves y yo quejando por nada”. Pero, en fin, el único problema verdaderamente grave aquí, es la incapacidad que todos tenemos de entender que nadie toma la decisión de sentirse deprimido. Y es que culparse a sí mismo es asumir una carga que solo puede empeorar las cosas.
Hoy, quiero ayudarte a comprender cómo lidiar con la avalancha de emociones y pensamientos negativos que se desbordan cuando la depresión toca a tu puerta. Pero antes, quisiera aclararte que tú y yo somos iguales. No soy psicóloga y mucho menos psiquiatra, pero si soy una experta cuando de hablar de depresión y ansiedad se trata y quisiera compartir contigo mis estrategias y las reflexiones que me han ayudado a sobrellevar una vida llena de sufrimiento en su esencia más pura. Suena muy dramático, lo sé. Pero, tener una enfermedad que te consume y te roba la capacidad de ser feliz sumergiéndote en una oscuridad absoluta, lo es. Y estoy harta de sentir que las personas no lo entienden, que piensan que es cuestión de voluntad y que suponen que no es un problema grave.
Por eso, he decidido crear este blog. Para ellos, los que no dimensionan la magnitud de padecer TAB o cualquier trastorno relacionado con ansiedad y depresión. Y para ti, para que sepas que no estás solo o sola y que en este preciso momento hay alguien sintiéndose exactamente como te estás sintiendo ahora. Quizás en este último hecho encuentres algo de consuelo.